= Ni gobernadores teóricamente poderosos lo lograron
= ¿Podrá hacerlo el gobernador Rocha Moya?
= Sánchez Celis, a su secretario de Finanzas
= Juan Millán, a su brazo derecho, Jesús Aguilar
= Los desafíos que tiene Rocha por delante
Ahora que el tema se ha apropiado de tiempos y espacios entre los principales analistas políticos de la entidad, la interrogante permanece activa, a pesar de que aún falta un tiempo más que razonable para el arranque del proceso gubernamental 2026-2027 en Sinaloa:
¿Logrará Rubén Rocha Moya imponer sucesor en la gubernatura del Estado, llegadas las fechas y dadas las condiciones para ello?
Parece un asunto complicado. Lo es.
Partamos, sencillamente, de la base de qué en los últimos 60 años, solo un par de gobernadores han tenido la capacidad politica y la habilidad suficiente para decidir en favor de quien los relevó, en su momento, en la titularidad del Poder Ejecutivo Estatal.
Uno de ellos, Leopoldo Sánchez Celis, en el lejanísimo 1968, ya casi en la época de la inquisición.
El otro, más reciente, Juan S. Millán, en el 2004.
Ambos, “Polo” y “Millán”, en condiciones absolutamente diferentes, dada la evolución de los procesos de sucesión en Sinaloa -y en general en todos los estados del país-; pero, finalmente, cumplieron con su intención: imponer candidato a la gubernatura y lo más importante, llevarlo a la victoria electoral.
-0-
Está claro que sea cual fuere el partido en el poder, la decisión de designar candidatos a las gubernaturas estatales -esa es la manera correcta de decirlo – corresponde al presidente de la Republica en turno. Por supuesto, el de su partido; pero no pocos han extendido su facultad a otros institutos políticos, aparentemente de oposición.
Bajo esta circunstancia, la facultad de los gobernadores (en beneficio de los candidatos de su partido) se reduce considerablemente; pero conservan la facultad de opinión y es esta la razón del reducido éxito de algunos de ellos, en su intento permanente (lógico y natural) por imponer sucesor.
¿Lo hará Rubén Rocha Moya?
Quirino Ordaz Coppel no pudo hacerlo. Bueno, si fue él quien tomó la decisión en beneficio de Mario Zamora, gracias a que el presidente (López Obrador) militaba en otro partido. O sea: MoReNa. A la postre Zamora perdería de manera contundente ante el propio Rubén Rocha.
Tampoco lo logró Mario López Valdez, aun y cuando pudo lograr el control total del PRI -recordar que él llegó a la gubernatura por una alianza opositora -. La decisión del presidente Enrique Peña Nieto fue demoledora: Quirino Ordaz. El hoy flamante embajador del gobierno mexicano en el reino de España, ganó la elección, con menos del 50 por ciento de la votación; pero fue una victoria inobjetable.
Jesús Aguilar Padilla se la jugó al cien por ciento con Jesús Vizcarra Calderón, en tiempos en que gobernaba el panista Felipe Calderón; sin embargo, el voto, incluso de una gran cantidad de priistas, se fue del lado de MaLoVa, precisamente con todo el respaldo de Calderón.
Renato Vega Alvarado apoyó a Lauro Diaz Castro; pero se retractó a mitad del camino y le abrió el camino a Juán S. Millán. No era su candidato. Millán, sin embargo, tampoco era el candidato del presidente Ernesto Zedillo. Decisión salomónica con una elección interna, originalmente con “dados cargados” para Lauro, pero que luego se inclinaron hacia Millán. Ganó Millán. Ni el presidente Zedillo, ni el gobernador Renato.
Francisco Labastida Ochoa fue un gobernador sumamente poderoso, con Miguel de la Madrid como presidente. Sin embargo, Carlos Salinas de Gortari le hizo ver su suerte. Obviamente, Salinas se opuso de manera concluyente a las propuestas de Labastida -de nuevo Lauro y Gustavo Guerrero Ramos- y se sacó de la manga al subsecretario de la Reforma Agraria, Renato Vega Alvarado. “Cambie de cara, que no ganó mi amigo, ganó nuestro amigo”, le espetaría Víctor Gandarilla Carrasco al propio Labastida.
Antonio Toledo Corro, viejo zorro de la política mexicano, jugó con el librito. Y no con el librito escondido, sino bien abierto. Supo siempre -mas bien, desde el primero de diciembre de 1982 – que Francisco Labastida sería el siguiente y jamás cayó en la fallida estrategia de Ernesto Millán Escalante. Respaldó a FL, que no era su carta, precisamente. Ni por asomo. La victoria de Labastida tuvo algunos puntos cuestionados; pero los resultados se mantuvieron inalterables.
De algún modo, Alfonso G. Calderón Velarde la jugó de manera parecida. Sus diferencias con Toledo Corro eran del conocimiento público; pero tras el acuerdo del presidente López Portillo de designarlo como secretario de la Reforma Agraria, entendió que no había mucho por hacer, aunque durante la campaña toledista hubo algo más que fricciones y raspones. Nada como para esconderse.
Alfonso G. Calderón fue el candidato del presidente Luis Echavarría, con todo en contra del cetemista. La cúpula del poder, liderada por Alfredo Valdez Montoya -todavía con influencia de Leopoldo Sánchez Célis – intentó abortar infructuosamente la candidatura de Calderón. Obvio, no lo lograron y Calderón (a quien la grilla de los sinaloenses en la ciudad de México lo tumbaban un día si y al otro también) gobernó seis años, al estilo propio de los de antaño.
-0-
Y bueno.
Solo nos quedan los dos qué si lograron imponer sucesor, a lo largo de una historia de más de 60 años, en nuestro Sinaloa.
Leopoldo Sánchez Celis, en 1968, ?quien convenció al presidente Gustavo Díaz Ordaz de que el siguiente -para mantener la continuidad del Estado – debería ser su secretario de Finanzas, Alfredo Valdez Montoya, a pesar de que no era la popularidad personificada.
Y Juan S. Millán, a quien le favoreció la ausencia de un presidente de la república de su partido, el PRI: Vicente Fox Quezada. Sacó adelante la candidatura de Jesús Aguilar Padilla (el hombre de todas sus confianzas) y lo hizo ganar las elecciones a sangre y fuego. Con una delantera de solo un punto porcentual sobre Heriberto Félix Guerra y con un proceso judicial de por medio.
Si, en efecto. Para Rubén Rocha Moya no será fácil sacar adelante a quien desea él como sucesor o como sucesora en el gobierno del Estado. Si no es el personaje de todas sus confianzas, evidentemente que cuenta con un plan “B”.
Como quiera que sea, retomamos lo que establecimos aquí días atrás: que frente al proceso electoral para Sinaloa en 2027, Rubén Rocha tiene dos retos por delante: el primero, lograr que la candidatura de nuestro Estado sea para el género masculino; el otro, que la presidenta Sheinbaum simpatice con su propuesta y le conceda la autorización suprema.
Así de sencillito.
Y hasta aquí por hoy. Nos vamos ya. Cuídense mucho y Dios los bendiga. Ahora y siempre.