En 1986, el PEN Club británico, integrado por escritores de más de ciento treinta países, adoptó el 3 de marzo como El Día Internacional de los Escritores, su objetivo es básicamente defender la libertad de expresión, promover el apoyo mutuo y brindar protección a los escritores en peligro.
En 2007, la Organización Mundial de la Salud adoptó el 3 de marzo como Día Mundial de la Audición, tomando anualmente un tema diferente que cree conciencia sobre la importancia de oír y, sobre todo, de prevenir la pérdida auditiva. Este año el lema es: "Cambia de actitud: toma el mando para hacer del cuidado de los oídos y la audición una realidad para todos".
Me gusta hacer analogías de temas, por eso me llamaron la atención que en un día en particular, haya dos celebraciones mundiales: una sobre el mensaje, otra sobre su recepción.
Aunque el artículo no tratará a profundidad sobre escritores formales, inicio haciendo la pregunta ¿por qué escribimos? Escribir es un acto tan antiguo como aprender a caminar. Instintivamente lo hacemos para existir más allá del silencio, para convertir el caos interno en un orden tangible o simplemente para decir: estuve aquí. Desde las primeras rayas en una cueva hasta los mensajes en un celular, la escritura no es sólo una herramienta: es una extensión de nuestra humanidad.
Las palabras nos rescatan del olvido, nos permiten entendernos a nosotros mismos y conectarnos con los demás. Al plasmar pensamientos, los volvemos observables. Como dijo Joan Didion: "Escribo para saber qué pienso", pero también es una especie de mensaje de auxilio lanzado al mar en una botella. Escribir para tender puentes hacia otros.
No todos cocinamos para ser chefs, por tanto, no todos escribimos para ganar el Nobel.
Si para la gente común, la escritura es también un acto práctico, un espacio seguro, un arma social, para las personas con sordera o pérdida auditiva, que enfrentan barreras en un mundo diseñado para oyentes: conversaciones que se pierden, risas que no se entienden, música que no se siente, la escritura encuentra un territorio sin jerarquías sensoriales, se convierte en un espacio de libertad.
Tiene equidad. Una persona sorda puede leer a Shakespeare, publicar un ensayo político o chatear en redes en igualdad de condiciones. Las palabras no discriminan por capacidad auditiva.
Les permite usar la fantasía sin límites, en la lectura de un libro, nadie necesita oír el rugido de un león o el susurro de un amor; la imaginación suple los sonidos. Autores sordos, como la poetisa estadounidense Irena Klepfisz, han creado mundos literarios ricos sin depender de referentes auditivos.
Les permite expresarse sin intermediarios, especialmente en la era de las plataformas digitales, que permiten a las personas con sordera escribir blogs, cómics o post donde exploran su identidad sin la presión de "encajar" en conversaciones orales.
La escritura les ofrece una compensación para suplir lo que la sordera complica en la interacción social. Un ejemplo tan sencillo son las notas en el celular para comunicarse en una cafetería.
Pero ¿es suficiente? No. La escritura no reemplaza la necesidad de intérpretes de señas o subtítulos. Además, el acceso a la educación literaria sigue siendo desigual: el 72% de niños sordos en países de bajos ingresos no termina la primaria, lo que limita su desarrollo como escritores.
Escribimos porque somos seres en busca de sentido, pero también porque anhelamos ser escuchados, incluso si esa escucha ocurre a través de los ojos. Para las personas con discapacidad auditiva, la escritura es un acto doblemente poderoso: les permite habitar un mundo que a menudo los excluye y, a la vez, les otorga un megáfono para decir Estoy aquí y mi voz importa.
La inclusión real no sólo requiere audífonos o subtítulos, sino también reconocer que toda forma de expresión —ya sea una novela, un poema en lengua de señas o un mensaje de texto— es un derecho humano. Al fin y al cabo, ¿no es la literatura, en su esencia, el arte de traducir el ruido del alma en algo que otros puedan sentir, incluso si no pueden oírlo?
Es importante trabajar en la inclusión de una sociedad compleja. En este caso, es necesario escribir para ser, escuchar para incluir.
Nos vemos la próxima semana.
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